Sentado, frente a mí, lo observo. Y me pierdo. Dejo de escucharle, porque la imagen que se me presenta es bellísima. El sol toca su rostro y al hacerlo sus rasgos se suavizan, y al mismo tiempo se singularizan por efecto de las sombras que el mismo provoca cuando se mueve. Sus cejas se tornan más gruesas y negras; sus pestañas, espesas y aquellos ojos negros, y luego cafés cuando la luz los mira de frente. Hermosos. De pronto deja de hablar y mira un punto fijo. Me dejo ir. Nada existe, sino él.
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La hoja en blanco
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Soy una página en blanco. Puedes plasmar sobre mí lo que quieras, puedes escribir, dibujar, bocetar. Tienes espacio, tienes libertad. Hay unas cuantas líneas que no te estorbaran, por el contrario, como tu quieras las puedes usar. Me puedes moldear. Tú eres un texto en construcción Me invitas a dibujarte, a escribirte a inventarte Pero ya hay cosas impresas en ti. Hay tinta por todas partes, letras, dibujos, esquemas. Tuviste más de una escritora y ahora planeas que yo continúe tu historia Y no sé si pueda hacerlo. Porque conmigo no hay sombras, todo es nuevo, todo es blancura. Eres el escritor principal. Pero yo...yo no sé si puedo escribir sobre lo que ya está escrito.